Peleé cada palabra, cada frase, cada giro, cada imagen y cada letra com si fuesen las últimas  que fuera a escribir. Escribí y reescribí cada línea como si mi vida dependiese de ello, y entonces la reescribí de nuevo. Por toda compañía tuve el eco del tecleo incesante y el gran reloj de pared agotando los minutos que restaban hasta el amanecer.
Al final, dos frases, inscritas al final, como si no quisieran que fueran leidas.
jueves, 24 de septiembre de 2009
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